valle de los caidos

EL VALLE DE LOS CAÍDOS LLORA

UN ATAQUE AL ARTE Y LA FE CATÓLICA.

En el corazón de la sierra de Guadarrama, entre pinares y rocas milenarias, se alza majestuosa la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, un monumento concebido como símbolo de reconciliación entre todos los españoles.

Dentro de sus muros reposan esculturas que son auténticos testimonios de fe y belleza, entre ellas La Piedad, del insigne escultor Juan de Ávalos, junto con las imponentes figuras de los Evangelistas que custodian la Santa Cruz que corona el conjunto artístico.

Hoy, este lugar sagrado se encuentra bajo la amenaza del socialismo real que representa el actual Gobierno de España. La Piedad, los Evangelistas y otros símbolos religiosos estarían entre los elementos susceptibles de ser retirados o alterados. Una profanación en toda regla.

El Valle de los Caídos es, ante todo, un lugar de culto. La Basílica fue consagrada como templo católico y está regida por la comunidad benedictina, que durante décadas ha orado por las almas de los caídos y por la paz entre españoles.

Destruir sus símbolos o profanar sus obras religiosas supone una agresión a la fe de millones de católicos que veneran ese lugar sagrado, además de un atentado contra la libertad religiosa.

Juan de Ávalos, creador de las esculturas monumentales, no trabajó movido por consignas ideológicas. Su Piedad —una Virgen doliente que sostiene el cuerpo inerte de Cristo— no exalta poder alguno, sino el sufrimiento redentor.

Profanar esta obra sagrada sería un ataque directo al patrimonio religioso y artístico de España, una vez más. Recordemos que ya estuvo a punto de ocurrir durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, cuando, con la excusa de desmontar La Piedad para restaurarla, se la emprendieron con ella a mazazos, literalmente. Basta mirar la hemeroteca. Entonces no lo consiguieron; veremos ahora si somos capaces de detener esta aberración.

Sus muros guardan silencio, oración y arte, no consignas. Allí se celebra la Santa Misa, se reza y se honra a los muertos de ambos bandos. Pero para este Gobierno, la fe parece un obstáculo incómodo. Y es que, como dice la Escritura, la fe mueve montañas… y por eso la combaten de la manera más ruin y sucia posible.

Destruir esculturas sagradas, eliminar símbolos cristianos y convertir un santuario en un “espacio de interpretación” no es memoria histórica, sino memoria mutilada.

¿Desde cuándo se honra el pasado destruyendo lo que pertenece a todos?

La palabra “resignificar” suena amable, como tantos eufemismos del socialismo real, pero en realidad oculta el propósito de vaciar de sentido católico el lugar que acoge la Santa Cruz.

No quieren restaurar: quieren reeducar.
No buscan reconciliar: buscan dividir y castigar.

La Santa Cruz, que se alza sobre el cielo de Madrid, y la fe de millones de españoles, merecen respeto, no burla ni desprecio ideológico.

Lo recordaba el historiador Marcelino Menéndez Pelayo:

“España evangelizó a medio mundo con la cruz en una mano y la espada en la otra.”

Tengámoslo presente.

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