Pedro Sanchez Saunas

Pedro Sánchez y la prostitución que no quiere ver (salvo en casa)

Pedro Sánchez ha construido su imagen pública sobre pilares de superioridad moral: el feminismo, los derechos humanos, la lucha contra la explotación sexual. Ha criminalizado —política y discursivamente— la prostitución, ha prometido leyes abolicionistas, y ha señalado a quienes miraban hacia otro lado ante una realidad incómoda. Pero, como en tantas otras cosas, lo que predica en público no encaja con lo que tolera en privado.

Porque mientras el presidente demonizaba el “negocio de los cuerpos”, su suegro —Sabiniano Gómez Serrano— levantaba una fortuna gestionando saunas de ambiente gay en Madrid donde, según múltiples denuncias y reportajes periodísticos, se ejercía la prostitución. Una de ellas, la «Sala Adán», funcionó durante años en un inmueble parcialmente propiedad de MUFACE, es decir, del Estado. Sí, del Estado que Pedro Sánchez representa.

Y ahora que el PP ha levantado la alfombra, la respuesta del PSOE es la habitual: victimismo, desvío de atención y ataque al mensajero. Dicen que es “intromisión en la vida privada”. Pero ¿puede alguien que ha hecho del feminismo institucional su bandera desvincularse de los beneficios de una actividad que él mismo considera “esclavitud moderna”, cuando esos beneficios financiaron su casa y su vida familiar?

Vivir del negocio que dice combatir

Es irrelevante que Sánchez no aparezca como titular de las saunas o que el régimen económico con su esposa sea de separación de bienes. La realidad es que vivió durante años en un piso adquirido por su suegro en pleno apogeo de estos negocios. Se benefició del dinero. Gozó del confort material proporcionado por actividades que hoy llama «prostitución encubierta».

No hay que ser jurista para ver el conflicto ético: ¿cómo puede un presidente que señala a otros por blanquear la prostitución mirar a otro lado cuando su familia directa prosperó gracias a ella?

Lo más alarmante no es el pasado del suegro de Pedro Sánchez. Lo verdaderamente grave es su silencio hipócrita. No ha dado explicaciones, no ha pedido perdón, no ha reconocido la incoherencia. Solo se refugia en el blindaje moral que cree tener.

Esta es la doble vara de medir del sanchismo: la moral es un arma, no un principio. Si un político de derechas hubiera vivido en un piso pagado con beneficios de saunas donde trabajaban inmigrantes en situación vulnerable, el Gobierno entero pediría su dimisión inmediata. Pero cuando se trata de Sánchez, todo se convierte en una “campaña de acoso”.

El problema no es el suegro. Es él.

No se trata de culpar a Pedro Sánchez por lo que hizo su suegro. Se trata de señalar que no puede construir un proyecto político sobre la abolición de la prostitución mientras acepta y disfruta los frutos de la misma.

La incoherencia mata la autoridad moral. Y Pedro Sánchez, tras este escándalo, no tiene ninguna. Su discurso feminista queda reducido a propaganda oportunista. Su gobierno, que habla de “ética progresista”, se revela como lo que es: una fachada construida sobre silencios interesados.

¿Dónde están las feministas del PSOE?

Extraña que quienes se rasgan las vestiduras ante cualquier conducta machista hoy callen. ¿Dónde está Irene Montero, ahora fuera del Gobierno pero no del feminismo? ¿Dónde están las portavoces del PSOE que acusaban de proxenetismo a quienes siquiera mencionaban una “regulación” del sexo de pago?

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